Editorial
La palabra basura ha significado y para mucha gente aún significa algo despectivo, algo que carece de valor y de lo que hay que deshacerse, de esta manera lo útil, que no siempre necesario, se convierte en un estorbo y es causa de un problema: ¿Cómo desentendernos de los residuos de lo que consumimos o producimos?
En el medio rural nunca fue una gran dificultad, pues los residuos orgánicos seguían el ciclo de la vida sirviendo de abono o de alimento para animales, los vertidos arrojados a los ríos eran depurados por las propias aguas, el gran poder depurador de la naturaleza todavía no había sido derrotado por el ansia de poder del hombre, quien empezó a utilizar las materias primas de una forma desordenada.
Tenemos siglos siendo productores de ella, pero hasta ahora nos damos cuenta de que hemos generado un problema que como una inmensa bomba apestosa, está a punto de estallar frente a nuestras narices. Hablo de la basura. A donde vamos, comúnmente todos; grandes y chicos; hombres y mujeres; dejamos algo de nuestro “producto”. Pero lo peor de todo es que con gran descaro hacemos notar nuestro “valemadrismo”: No nos importa dónde caiga nuestra basura.
Anoche viendo la televisión, escuché en el noticiero Hechos de TV Azteca que tan sólo en la ciudad de México, se producen diariamente doce mil toneladas de basura y que la acumulada en los tiraderos a cielo abierto podrían rellenar, bien copeteadito, treinta y cinco veces el estadio Azteca.
Existe una realidad, los mexicanos somos muy sucios. No es prioridad para nosotros mantener limpio nuestro entorno. También somos egoístas. No pensamos en el daño que ocasionamos a los demás con nuestra basura. Hasta hemos ocasionado muertes.
Desde los camiones, desde sus autos, al ir caminando, muchas personas -los jóvenes son los primeros- arrojan a la vía pública sin ningún remordimiento, latas, botes de refresco y cerveza, bolsas de botanas, un sinfín de cosas… Pañales desechables mugrosos van a dar a la calle, también toneladas de excrementos de mascotas y hasta residuos clínicos contagiosos.
La contaminación por basura es un peligro real en el que no se piensa. Muchos microorganismos originarios de la descomposición de la materia orgánica de desechos, se multiplican y proliferan en el aire que respiramos, ensucian el agua que tomamos y nos enferman. Esta es la manera en que surgen epidemias de conjuntivitis, infecciones estomacales o de la piel y otras enfermedades que pueden ser de alto riesgo para los niños o ancianos.
En una ocasión acudí a visitar a un matrimonio amigo mío y me contaban tristes de un lindo arroyo que pasaba cerca del lugar, el cual se transformó en “el río de las bolsas de plástico”. Día y noche, el agua comenzó a arrastrar bolsas de plástico (rellenas) de un sin fin de tamaños que quedaban enredadas en los arbustos de las orillas. En poco tiempo, el entorno del arroyo cambió y se transformó en un lugar desolado. Los animales silvestres desaparecieron. Obviamente, las bolsas venían de la ciudad. No puedo imaginar la cantidad de lugares bellos que ya no existen, gracias a nuestra torpeza.
Podemos ver que pasa el tiempo y seguimos igual. Existe en la sociedad… ¿Inconciencia? ¿Falta de educación y cultura? ¡No! ¡Lo que pasa es que muchos de nosotros somos felices en la basura, seguro nos sentimos como peces en el agua! ¿Qué tanta responsabilidad tiene las autoridades competentes (o incompetentes) en este tema? Al parecer, se pudiera pensar que las personas NO QUEREMOS educarnos, que no nos interesa. ¿Faltará ya no digo, mano dura, sino por lo menos, una mano que el gobierno meta en el asunto? ¿Será la solución un serio programa permanente de educación social y reformas a la ley con penas severas? ¿Por qué no han funcionado las campañas de reciclaje de basura?
Quizás reaccionemos el día que nos veamos ahogados sin remedio en nuestra hedionda inmundicia.
Anoche viendo la televisión, escuché en el noticiero Hechos de TV Azteca que tan sólo en la ciudad de México, se producen diariamente doce mil toneladas de basura y que la acumulada en los tiraderos a cielo abierto podrían rellenar, bien copeteadito, treinta y cinco veces el estadio Azteca.
Existe una realidad, los mexicanos somos muy sucios. No es prioridad para nosotros mantener limpio nuestro entorno. También somos egoístas. No pensamos en el daño que ocasionamos a los demás con nuestra basura. Hasta hemos ocasionado muertes.
Desde los camiones, desde sus autos, al ir caminando, muchas personas -los jóvenes son los primeros- arrojan a la vía pública sin ningún remordimiento, latas, botes de refresco y cerveza, bolsas de botanas, un sinfín de cosas… Pañales desechables mugrosos van a dar a la calle, también toneladas de excrementos de mascotas y hasta residuos clínicos contagiosos.
La contaminación por basura es un peligro real en el que no se piensa. Muchos microorganismos originarios de la descomposición de la materia orgánica de desechos, se multiplican y proliferan en el aire que respiramos, ensucian el agua que tomamos y nos enferman. Esta es la manera en que surgen epidemias de conjuntivitis, infecciones estomacales o de la piel y otras enfermedades que pueden ser de alto riesgo para los niños o ancianos.
En una ocasión acudí a visitar a un matrimonio amigo mío y me contaban tristes de un lindo arroyo que pasaba cerca del lugar, el cual se transformó en “el río de las bolsas de plástico”. Día y noche, el agua comenzó a arrastrar bolsas de plástico (rellenas) de un sin fin de tamaños que quedaban enredadas en los arbustos de las orillas. En poco tiempo, el entorno del arroyo cambió y se transformó en un lugar desolado. Los animales silvestres desaparecieron. Obviamente, las bolsas venían de la ciudad. No puedo imaginar la cantidad de lugares bellos que ya no existen, gracias a nuestra torpeza.
Podemos ver que pasa el tiempo y seguimos igual. Existe en la sociedad… ¿Inconciencia? ¿Falta de educación y cultura? ¡No! ¡Lo que pasa es que muchos de nosotros somos felices en la basura, seguro nos sentimos como peces en el agua! ¿Qué tanta responsabilidad tiene las autoridades competentes (o incompetentes) en este tema? Al parecer, se pudiera pensar que las personas NO QUEREMOS educarnos, que no nos interesa. ¿Faltará ya no digo, mano dura, sino por lo menos, una mano que el gobierno meta en el asunto? ¿Será la solución un serio programa permanente de educación social y reformas a la ley con penas severas? ¿Por qué no han funcionado las campañas de reciclaje de basura?
Quizás reaccionemos el día que nos veamos ahogados sin remedio en nuestra hedionda inmundicia.
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